La tecnoeuforia es una falacia. Ha llegado la hora de recuperar el control de la tecnología
Las nuevas tecnologías traen roblemas de salud mental, polarización, desinformación, inferencia electoral e incluso daños al medio ambiente.
Por Joaquín Navajas* , El Economista, Julio 2019
* Licenciado en Ciencias Físicas (UBA) y Doctor en Neurociencia (University of Leicester). Actualmente, se desempeña como profesor-investigador en la Escuela de Negocios e investigador de CONICET en el Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella*
Hace 102 años, en Plymouth (Inglaterra), el biólogo y estadístico sir Francis Galton hizo un experimento científico cuyo objetivo era estudiar la democracia. Les pidió a 800 personas que intentaran adivinar el peso de un buey: el que más se acercaba a la respuesta correcta se llevaba de premio, precisamente, el buey. ¿Qué tiene que ver esto con la democracia? Galton creía que los participantes de su experimento, campesinos sin educación formal alguna, eran ignorantes y por lo tanto no debían participar del proceso democrático de su país. Su intención era mostrarle al mundo que si uno hace una votación entre personas con poco conocimiento sobre un tema (en este caso, acerca del peso del buey), entonces el resultado de esa votación debe ser necesariamente catastrófico. Su intuición le indicaba que acumular ignorancia sólo puede dar lugar a más ignorancia. Para su sorpresa, esto no fue lo que ocurrió.
Si bien los campesinos podían estar individualmente equivocados (algunos por más de 100 kilos), el promedio de las 800 estimaciones daba casi exactamente en el valor correcto: le erró al peso del buey por solo 30 gramos. Sin querer, Galton descubrió un concepto que hoy se conoce como “sabiduría de las masas”: combinar miles de opiniones individualmente desacertadas puede dar lugar a decisiones sabias. Con su hipótesis refutada, Galton no tuvo más remedio que aceptar que las decisiones democráticas podían ser mucho más poderosas de lo que inicialmente creía. Si bien es obvio que la democracia es mucho más compleja que el experimento del buey, esta investigación sirvió para que Galton y muchos otros cambiaran su opinión sobre una creencia equivocada. Algo que hoy podríamos preguntarnos es cuantas y cuales de nuestras creencias actuales sobre el funcionamiento de la democracia también están basadas en intuiciones erróneas.
La idea que quiero presentar en este artículo es la importancia de desarrollar lo que Galton fundó: una ciencia del comportamiento democrático. Su objetivo es estudiar –mediante experimentos científicos rigurosos– cómo nos comportamos los seres humanos en general (y los argentinos en particular) al pensar, interactuar y decidir democráticamente. Semejante agenda no puede quedar en manos de un único cuerpo de conocimiento y debe involucrar a politólogos, sociólogos, psicólogos, neurocientíficos, economistas, matemáticos, filósofos, y más. La extensión de esta lista sugiere que quizás estemos hablando de una nueva disciplina científica. Una de las virtudes que tiene realizar experimentos científicos es que permite evaluar hipótesis y teorías sobre cómo funcionan ciertas innovaciones democráticas.
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