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La filosofía le tiene fobia a la coyuntura

Entrevista al filósofo Darío Sztajnszrajber

 

“La filosofía le tiene fobia a la coyuntura”

 

Publicó Filosofía a martillazos, un libro con seis capítulos que se despliegan como si fueran clases sobre temas como el amor, Dios, la verdad, la posverdad y la democracia.

 

 

Por Silvina FrieraPágina 12, 24 de junio de 2019

 

Si la verdad ha muerto, como muchos dicen, el filósofo Darío Sztajnszrajber se pregunta en Filosofía a martillazos (Paidós) si será lo propio de este tiempo vivir entre categorías muertas. Como si todos fueran fantasmas. Preguntas como golpes molestos, muchas veces insoportables, que desarticulan las certezas y dinamitan el sentido común. El libro tiene seis capítulos que se despliegan como si fueran clases sobre temas como el amor, el postamor, Dios, la verdad, la posverdad y la democracia, con una escritura “que busca no solo tapar agujeros sino crear abismos”, como reconoce en la introducción de este primer volumen que recoge los cursos que el filósofo dictó en la Facultad Libre de Rosario. “Hay una recuperación de lo performático de las clases. Lo que busqué es celebrar de donde provengo. La mayoría de la gente me conoce por las clases. La edición fue muy puntillosa y nos llevó meses. Lo que más nos costó fue encontrar el tono para que no se perdiera esa sensación de estar en el medio de una clase”, cuenta Sztajnszrajber en la entrevista con PáginaI12. 

   El creador del programa televisivo Mentira la verdad, que hace unas semanas presentó en España su anterior libro, Filosofía en 11 frases, explica que las seis clases originales fueron duplicadas en extensión, información y contenidos para el libro. “Me tomé el atrevimiento de inventar escenas inexistentes o diálogos con el público que no fueron reales”, revela el filósofo.

–Como la historia inventada de Juan Quiñones, el esclavo asesinado a latigazos el 25 de mayo de 1810, ¿no?

–Debería ser verdadera (risas). Siempre me partió la cabeza el análisis que hace (Jacques) Derrida de la moneda falsa de Baudelaire, esta idea de que una moneda falsa puesta a circular genera acontecimientos, más allá de que sea verdadera o falsa. En el libro hay situaciones inventadas. Me pareció que las tenía que agregar sin perder el trasfondo escenográfico. 

–¿Por qué para trabajar el problema de la verdad analizás la conferencia de Derrida, Historia de la mentira?

–Me parece una provocación y una anticipación a la posverdad. Esa conferencia surge de un debate que tiene con el periodismo por una acusación falsa y empieza a plantear los límites entre la verdad y la falsedad, la verdad y la mentira. No hay nada en filosofía sobre la posverdad. Cuando salí a buscar algunos textos filosóficos, no los encontré; es una problemática nueva que viene del periodismo y las ciencias sociales. Y encontré este texto de Derrida, que es una lectura que hace sobre dos artículos de Hannah Arendt. Derrida aporta categorías que me parecen útiles para una lectura de la posverdad distinta a la que está instalada en los medios. Yo trabajo la posverdad como un horizonte de sentido y no directamente desde la perspectiva negativa, que también la tiene. No asocio posverdad al autoengaño inducido en ese nexo entre la política y los medios, sino que entiendo el horizonte de la posverdad como un lugar donde muerta la verdad empiezan a surgir distintas alternativas de resignificación de nuestra relación con el sentido, una de las cuales es el autoengaño. El modo en que los medios trabajan la posverdad remite a una revalorización de la verdad tradicional, cosa que me asusta. Yo huyo de la verdad tradicional; pero volvió a ser idolatrada. Nietzsche demolió la verdad tradicional hace ciento cincuenta años.

–¿Por qué no hay textos filosóficos sobre la posverdad?

–La filosofía llega tarde, ya lo anticipó Hegel. Además de que llega tarde todavía le tiene fobia a la coyuntura. Le cuesta relacionarse de manera directa, necesita tiempo, y la filosofía no se ensucia con temas que considera insignificantes hasta que no generan una trascendencia universal. Una de las grandes acusaciones que recibimos los divulgadores tiene que ver con eso: “ustedes siempre tienen que hablar de lo que está circulando”. No me parece bueno que la filosofía tenga que decir algo sobre todo porque va perdiendo su singularidad. Pero lo otro me parecer peor: recluirte en un escritorio y nunca decir nada sobre lo que pasa para seguir trabajando conceptos burocráticos tampoco suma. Derrida nunca hizo divulgación, pero se metió con los temas de la realidad social y política en la que vivió.

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