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En un mundo tan desigual, ¿para qué acumulan los que acumulan?

La idea de la distribución equitativa del ingreso siempre fue eso: una idea; más allá de los discursos, pocos estarían dispuestos a perder parte de lo suyo para mejorar la ecuación

Victoria Giarrizzo, Investigadora de IIEP-Baires, UBA, y directora de CERX, LA NACION, DOMINGO 04 DE DICIEMBRE DE 2016

 

 

En la historia del emprendedorismo y el marketing, Phil Knight es un caso de éxito y contradicción. El éxito de haber creado una de las empresas más grandes y reconocidas del mundo, Nike, y la contradicción por los cuestionamientos que recibe el gigante del deporte por las condiciones de trabajo en las fábricas que producen en los países en desarrollo.

Curiosamente, Knight está entre las 30 personas más ricas de EE.UU. Tiene un patrimonio estimado en US$ 7900 millones y, según cuenta Naomi Klein en el libro No logo. El poder de las marcas, Knigth tuvo su castigo cuando fue invitado a dar una conferencia en la Universidad de Stanford donde se había graduado. Se esperaba que su visita fuera un éxito, pero en vez de eso, fue recibido por una manifestación al grito de: "¡Fuera de aquí! ¡Paga un salario decente a tus obreros!".

El caso Knigth evidencia algunas contradicciones de la economía con el concepto de distribución del ingreso. Empresarios, funcionarios, profesionales, intelectuales, quien no dice añorar una sociedad con un ingreso mejor distribuido. ¿Pero cuántos individuos están dispuestos a ceder ingresos para contribuir a un mundo más equitativo? Hasta en aquellos sectores donde la riqueza es abundante la distribución es resistida. Los casos de millonarios evadiendo impuestos, de empresas exitosas contratando mano de obra esclava, especuladores financieros buscando ganancias abusivas, son sólo la punta de un dilema donde quienes podrían distribuir eligen seguir acumulando.

En su libro ¿Cuánto es suficiente? Robert y Edward Skidelsky abordan el tema de la insaciabilidad económica, el deseo de más y más dinero, como un hábito arraigado en la sociedad. Cuentan anecdóticamente cómo en una encuesta realizada hace pocos años en Londres, la mayor parte de los banqueros admitieron que sus sueldos son demasiado altos y los de los maestros demasiado bajos, pero no pueden imaginar una vida fuera de sus costumbres como para aceptar ganar menos para que otros ganen más. En una encuesta hecha este año en la Argentina, se les preguntó a 150 individuos de ingresos medios y altos si cederían 5% de sus ingresos para mejorar la vida de alguna familia indigente, y menos del 4% contestó afirmativamente (aunque estarían más dispuestos a dar empleo o apadrinar a algún niño).

Décadas atrás, el economista John Maynard Keynes planteó una pregunta crucial: ¿Cuál es la utilidad de la riqueza? ¿Cuánto dinero necesitamos para una buena vida? Como advierten Robert y Edward Skidelsky, si bien el dinero sólo sirve para gastarlo y hay posibilidad de gastar sin límites, debería llegar un momento en que estemos saciados. Pero en materia de dinero, el punto de saciedad no siempre existe, y es muy fácil que se vuelva adictivo.

Según Oxfam, una institución formada por 18 ONG con acciones humanitarias en 90 países, las 85 personas más ricas del mundo tienen la misma riqueza que la mitad más pobre, o sea, que 3700 millones de personas. Según la ONU, mientras tanto hay 1000 millones de personas en la pobreza extrema. También la Argentina tiene su lista millonaria: se calcula que las 15 familias más ricas tienen una riqueza que supera los US$ 25.000 millones, equivalente al 7% del PIB de 2015 o al 70% de las reservas internacionales. Y el Indec confirma que 14 millones de personas viven en la pobreza.

Hace años que circulan propuestas para limitar la acumulación de riqueza. Según Oxfam, con un impuesto de sólo 1,5% a fortunas superiores a 1000 millones de dólares, se podría escolarizar a todos los menores de los países pobres y darles atención sanitaria. Un cálculo que suele hacerse es que si Bill Gates quisiera utilizar toda su riqueza gastando 1 millón de dólares al día, necesitaría 210 años. Y tampoco lo lograría: aún con un rendimiento mínimo de 1% anual ganaría por intereses 2,1 millones de dólares diarios.

La pregunta es para qué acumulan tanta riqueza quienes acumulan. En 2010 multimillonarios estadounidenses como Warren Buffett respondieron a la pregunta con una campaña filantrópica llamada The Giving Pledge (la Promesa de Dar) invitando a personas ricas a donar el 50% de su fortuna. A los tres años, 108 "milimillonarios" de ese país prometieron ceder más de US$ 378.000 millones. Desde entonces, el movimiento de la generosidad intentó extenderse por el mundo. Pero los millonarios solidarios son una minoría y mientras varios magnates (como el mexicano Carlos Slim) advirtieron que no donarán, a 7 años de su lanzamiento la revolución distributiva no pasó de unos pocos donantes y promesas sin cumplir.

¿Se puede modificar esa resistencia a distribuir de la sociedad? Tras observar cómo los eventos catastróficos vuelven a la gente más generosa, las neurociencias tomaron cartas en el asunto. Como evidencia reciente, la fatal caída del avión que transportaba al equipo de Chapecoense despertó la solidaridad de clubes multimillonarios como el PSG de Francia que prometió 40 millones de euros. La explicación a estas conductas, dicen los neurocientíficos, está en nuestro lóbulo frontal, que es la parte del cerebro encargada de reconocer las emociones. Allí existen zonas llamadas "neuronas espejo" que despiertan el sentimiento de empatía, que llevan a comprender lo que siente la persona que está sufriendo y querer ayudarla. Indagando, se descubrió que la empatía se despierta más cuando el individuo ve la situación que cuando se la cuentan, o cuando se asimila un hecho con algún ser querido.

Esas explicaciones están nutriendo las políticas para fomentar el sentimiento distributivo de la población. Un área avanzada en el tema es la impositiva: muchas administraciones tributarias están combatiendo la evasión enviando mensajes o imágenes a los contribuyentes para despertar la solidaridad de los evasores. Algunos experimentos muestran cómo un gran evasor jamás tomará consciencia al pagar una multa, pero si lo condenan a realizar actos solidarios conviviendo con sectores vulnerables, la compasión y el sentimiento de culpa tienen más chances de aparecer.

La idea de una sociedad justa, con un ingreso mejor distribuido, siempre fue eso. Una idea. Algo que decimos querer pero no podemos hacer, porque el dinero es insaciable. En las clases altas, porque la riqueza da estatus y poder, y en las clases medias, por la sensación de tener necesidades insatisfechas. Pero hay solución: por un lado, la economía solidaria va ganando espacios, y por otro, un estudio reciente de la Universidad de Wisconsin-Madison confirma que podemos ser entrenados para ser más altruistas, compasivos y solidarios. Es decir, para recuperar la esencia de la naturaleza humana (aunque Hobbes rebatiría esto) y poder pensar en la distribución del ingreso con mayor compromiso.

 

Publicado en http://www.lanacion.com.ar/1961865-en-un-mundo-tan-desigual-para-que-acumulan-los-que-acumulan

 

 

 

 

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