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"Pude olvidarme de mis penas y sentirme útil"

La Nación, JUEVES 04 DE AGOSTO DE 2016 

 

 

Quedó viuda, no conseguía trabajo y estaba al borde de la depresión. Entonces su psicólogo le recomendó que encontrara algo para hacer que la motivara. Una amiga la invitó a pasar un sábado diferente en el Comedor El Renuevo, dando de comer a gente en situación de calle y a familias de bajos recursos. Y nunca más se fue.

Hoy, además de ayudar con la comida, Alicia Tosini da apoyo escolar y clases de folclore. Va de lunes a viernes de 8:30 a 14, y también algunos sábados. "Siento mucha satisfacción en hacerlo y me gusta ser útil a los chicos y a la gente. Verle la cara a esos chicos y poder ayudarlos con lo que sea", dice esta mujer de 56 años.

Sus tareas son muchas: primero ayuda a servir el desayuno a las 9:30, después colabora en la cocina cortando pan o pelando cebollas. De 10:30 a 11:30 se suma al apoyo escolar. Más tarde, sirve el almuerzo a los chicos de la mañana y a los que ingresan a la tarde. A las 14, parte de nuevo rumbo a su casa.

Su corazón está puesto en esto. Mientras tanto, vive de su pensión y desde el comedor le dan algo de mercadería. "Yo iba camino a una depresión. Y esto me ayudó mucho psicológicamente a poder olvidar de mis penas y sentirme útil. Fue un escape para no enfermarme. Aparte los niños me dicen que me quieren y me dibujan corazones", agrega.

Tosini, quien trabajó en fábricas, armando computadoras, como vendedora y hasta hace poco cuidando enfermos, hoy se siente plena con esta tarea, que siente que es una manera de servir a Dios. "Me siento muy bien haciéndolo. Uno tiene que encontrar lo que más le gusta para hacer", concluye entusiasmada.

 
Facundo Sosa: "Acá tenés un contacto directo con el productor" 

Cuando Facundo Sosa empezó a cocinarse macrobiótico porque quería alimentarse de esa manera, nunca pensó que esa iba a ser su profesión y mucho menos su sustento económico. "Mi mujer es bailarina y se atendía con un quiropráctico que le sugirió una dieta macrobiótica. Como en ese momento no había lugares en dónde comprar este tipo de alimentos, empecé a cocinar para nosotros", sostiene este joven de 38 años que con el tiempo abrió un restaurant con un amigo y a vender viandas.

Como estaba en el ambiente de las ferias, en 2011 le llegó un mail contándole de la feria de Sabe La Tierra que estaba abriendo en San Fernando. "El mismo sábado le dejé mis productos a la curadora y a la semana siguiente ya estaba trabajando ahí. Cuando arranqué éramos 20 puestos y hoy un día de verano pueden llegar a 50", dice para explicar el crecimiento de este fenómeno.

Allí Sosa vende tartas, panes de arroz, empandas y pizzas con harina integral. Su producto más caro vale $65 y un sábado bueno puede hacer hasta $7000. A partir de este miércoles, también se suma a la feria de Sabe La Tierra que se inaugura en Las Cañitas. En un 60% vive del ingreso de las ferias y el resto lo cubre con clientes particulares que compran los mismos productos.

"En este lugar vas a encontrar productores que se elaboran con ciertos cuidados. Las personas pueden tener contacto directo con el productor y él puede explicar de qué manera elaboró el producto. Esto ya es una ventaja contra ir a una góndola y leer una etiqueta. Después en relación a lo económico, nuestros productos son perfectamente competitivos con los comerciales porque empatamos el costo", dice incentivando a otros consumidores a este tipo de mercados.

"Yo estoy en las compras, la producción y la venta del producto. Estoy en todo el proceso productivo. Soy mi propia empresa. Obviamente tengo gente que me ayuda. Los sábados, por ejemplo, que yo estoy atendiendo en la feria de San Fernando, hay otra chica que atiende el local en la de Vicente López", concluye.

http://www.lanacion.com.ar/1924700-pude-olvidarme-de-mis-penas-y-sentirme-util

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